En Birmania, la crisis humanitaria se agrava tras el terremoto de magnitud 7,7 que dejó cerca de 2.900 muertos y más de 4.600 heridos, según el último balance de la junta militar que gobierna el país.

Además, se reportan más de 370 personas desaparecidas. A pesar de que las posibilidades de encontrar sobrevivientes disminuyen, el rescate de dos empleados bajo los escombros de un hospital en Naipyidó renovó la esperanza.

Para facilitar el despliegue de ayuda, tres grupos armados de minorías étnicas decidieron cesar las hostilidades durante un mes. 

Por su parte, las Fuerzas de Defensa Popular, surgidas tras el golpe militar de 2021, también anunciaron un alto al fuego parcial.

El terremoto profundiza la situación de vulnerabilidad en un país afectado por cuatro años de guerra civil. Antes de la catástrofe, la ONU ya advertía que 3,5 millones de personas vivían desplazadas, muchas de ellas en riesgo de hambruna.