Jessica Rodríguez libra cada día una dura batalla en Cuba para conseguir los medicamentos que necesita su hijo Luis Ángelo, de cuatro años, quien vive con traqueotomía, es alimentado por sonda y espera un trasplante de esófago, además de sufrir asma, alergias, epilepsia y una cardiopatía leve.

Como ella, miles de cubanos enfrentan la escasez en farmacias y hospitales. En un país con salud pública gratuita, la escasez ha obligado al gobierno a autorizar desde 2021 la importación sin impuestos de alimentos y medicinas en equipaje personal, aunque muchos terminan en un mercado informal que opera por WhatsApp y sitios web.

En paralelo, surgen redes solidarias como Palomas, que desde su creación en 2021 ha donado medicamentos a más de 179.000 personas. Otros grupos facilitan el trueque de medicinas por alimentos en redes sociales.

Cuba, afectada por el endurecimiento del embargo estadounidense y la peor crisis económica en 30 años, no ha podido garantizar los 300 millones de dólares anuales necesarios para producir las materias primas que cubren los 650 fármacos del cuadro básico.

Mientras tanto, los cubanos como Jessica siguen dependiendo de la solidaridad, de donaciones y de su propia lucha diaria para aliviar el sufrimiento de los suyos.