Mientras crece la tensión con Israel y Occidente, todas las miradas se dirigen al Ayatolá Ali Jamenei, la figura más poderosa de Irán y quien tiene la última palabra sobre una posible escalada militar. A sus 86 años, este clérigo chiita concentra un poder absoluto que trasciende gobiernos y presidentes, y cuyo liderazgo se ha vuelto crucial en el incierto equilibrio regional.
Jamenei asumió como Líder Supremo en 1989 tras la muerte del Ayatolá Jomeini, y desde entonces ha dirigido con mano firme la política interna y exterior del país. Controla las fuerzas armadas, el aparato judicial, y supervisa todas las instituciones del Estado. Además, mantiene estrechas alianzas con grupos armados en Líbano, Siria, Irak y Yemen, bajo el paraguas del llamado “Eje de Resistencia”.
Jamenei nació en Mashhad, ciudad sagrada del islam chiita, el 17 de julio de 1939, en el seno de una familia religiosa. Estudió teología en Qom, donde fue discípulo del Ayatolá Ruhollah Jomeini, fundador de la República Islámica. Fue arrestado varias veces por el régimen del sha, sufrió prisión y tortura, y tras la revolución de 1979, escaló rápidamente en la estructura del nuevo Estado teocrático.
A nivel personal, Jamenei es conocido por su estilo austero. Vive en una residencia modesta en Teherán y suele aparecer en público con un Corán, una lapicera y un anillo de ágata que lo acompaña desde su juventud. Perdió el uso de su brazo derecho en un atentado en 1981, razón por la cual escribe con dificultad. Es también poeta aficionado, amante del cine iraní y ha escrito ensayos sobre filosofía islámica y política. Sin embargo, muy pocos conocen a su familia: está casado y tiene seis hijos, aunque se mantiene un estricto hermetismo sobre ellos, salvo por Mojtaba Jamenei, su hijo más cercano y posible heredero político.
Su régimen ha enfrentado numerosas protestas, entre ellas las masivas manifestaciones tras la muerte de Mahsa Amini en 2022, que fueron brutalmente reprimidas. En el contexto actual, con amenazas cruzadas entre Irán e Israel, Jamenei ha advertido que su país “no se rendirá” y que responderá con fuerza a cualquier ataque.
Aunque persisten rumores sobre su estado de salud y una posible sucesión, sigue firme al mando. El futuro inmediato de Medio Oriente, y la posibilidad de un conflicto mayor, depende en gran medida de sus decisiones.