Las protestas en Toruń, Polonia, han escalado luego de confirmarse que la joven de 24 años, identificada como Klaudia K., falleció el 27 de junio tras ser brutalmente agredida y apuñalada por un migrante venezolano de 19 años, quien había ingresado legalmente a Polonia en febrero. La violencia del ataque, con intento de violación y heridas en la cabeza y cuello, encendió la furia de miles, que exigieron mayor control migratorio y mostraron rechazo a la llegada de nuevos extranjeros.

A la condena por el caso de Toruń se sumó un segundo homicidio la noche anterior, cometido presuntamente por un migrante colombiano, lo que alimentó el temor y la protesta social. En respuesta, se han formado patrullas ciudadanas en la frontera con Alemania, reforzadas por llamados de partidos conservadores para suspender la entrada de inmigrantes no controlados.

En el plano político, el debate migratorio resuena con fuerza. El gobierno de Donald Tusk restó importancia al miedo generado por estos casos, calificándolo como «alarmismo», mientras que un ministro del ala izquierda afirmó que “los polacos no le temen a los migrantes”.