El terremoto alcanzó una magnitud 7,7 sacudiendo a Myanmar y Tailandia. El movimiento telurico ya ha dejado más de 150 muertos y cientos de heridos. El epicentro del sismo se localizó en la región de Sagaing, en Myanmar, a una profundidad de 10 kilómetros, según el Servicio Geológico de Estados Unidos. Minutos después, una réplica de magnitud 6,4 agravó aún más la crisis, causando el colapso de edificios, grietas en carreteras y la destrucción del emblemático puente Ava.
Solo en Myanmar, el saldo de víctimas asciende a 164 muertos y más de 700 heridos, según informó el jefe de la junta militar. La magnitud de la devastación ha obligado al gobierno a declarar estado de emergencia en seis regiones y a hacer un inusual pedido de ayuda internacional. «Invitamos a cualquier país, organización o persona a que venga a ayudar», declaró el líder militar en un mensaje televisado.
Tailandia también se vio gravemente afectada, especialmente en su capital, Bangkok, donde un rascacielo en construcción colapsó, dejando al menos tres muertos y 81 trabajadores atrapados bajo los escombros. El gobierno tailandés ha decretado el estado de emergencia y movilizado equipos de rescate para atender la crisis. La sacudida se sintió a más de mil kilómetros del epicentro, generando pánico en varias ciudades.
Ante la magnitud de la tragedia, varios países y organizaciones humanitarias han ofrecido asistencia. Equipos de rescate trabajan contrarreloj para localizar sobrevivientes, mientras se teme que la cifra de víctimas siga aumentando en las próximas horas. Las autoridades han pedido a la población mantenerse alerta ante posibles réplicas y han habilitado refugios temporales para los desplazados.
La crisis pone de relieve la vulnerabilidad de la región ante fenómenos naturales de gran magnitud y la necesidad de reforzar las infraestructuras y protocolos de emergencia. Mientras continúan los esfuerzos de rescate, el mundo sigue atento a la evolución de una de las peores catástrofes sísmicas en la historia reciente del sudeste asiático.