Lo que comenzó como una reunión protocolar entre el presidente Gustavo Petro y la enviada de Trump, Kristi Noem, terminó en una tormenta diplomática. En el encuentro, Petro defendió su visión crítica sobre la lucha global contra las drogas e incluso propuso, una vez más, considerar la legalización de la cocaína como una alternativa realista, comparándola con la legalización del alcohol en el pasado. La reacción de Noem fue fría, marcando un ambiente tenso desde el primer minuto.
Noem arremetió públicamente contra Petro en una entrevista, afirmando que el presidente colombiano se identificaba con miembros del Tren de Aragua, una pandilla criminal transnacional. Sin embargo, tanto el Gobierno colombiano como su ministro de Defensa negaron categóricamente esas acusaciones, aclarando que el mandatario únicamente reflexionó sobre la expansión regional de la banda, sin vínculos personales o declaraciones amistosas.
Desde el Palacio de Nariño, Petro respondió directamente a Noem, asegurando que nunca ha conocido a un solo miembro de carteles en toda su vida. Y fue más allá, cuestionando la intención detrás de sus palabras, acusando a ciertos sectores de querer sabotear las relaciones entre Colombia y Estados Unidos.
El cruce de versiones reveló una fractura más profunda entre el Gobierno colombiano y sectores afines al presidente Trump, alimentada por viejas tensiones en torno a las políticas migratorias y de seguridad.