Un nuevo capítulo de tensión se abre entre India y Pakistán tras el ataque que cobró la vida de 26 turistas en la región de Cachemira. El gobierno indio acusa a un grupo insurgente respaldado desde suelo paquistaní de la masacre, y ha respondido con una serie de medidas que elevan el conflicto diplomático a niveles críticos, incluyendo la suspensión de visas y la ruptura de acuerdos históricos.

La ofensiva fue inmediata. Ambos gobiernos han suspendidos todas las misiones en el otro país y declarado personas “No Gratas” a sus asesores militares, ordenando a sus ciudadanos regresar a su tierra, de encontrarse en la frontera adversaria y expulsando a los extranjeros del país ahora en disputa. A pesar de que Pakistán advirtió una guerra si India cerraba el paso del agua del Rio Indo, este fue bloqueado. Esta medida representa un duro golpe para Islamabad, que ya respondió cerrando su espacio aéreo a aerolíneas indias y suspendiendo el comercio bilateral.

El grupo autodenominado “Resistencia de Cachemira” se atribuyó el ataque, ocurrido en una popular pradera de Pahalgam. Aunque poco se sabe de esta agrupación, las autoridades indias aseguran que hay evidencias de participación de ciudadanos pakistaníes en la ofensiva. El gobierno de Pakistán ha negado cualquier vínculo con el hecho y acusa a India de tomar decisiones beligerantes.

En medio del conflicto, el primer ministro Narendra Modi convocó a una reunión de emergencia con líderes políticos y militares. La posibilidad de aumentar la presencia armada en la zona fronteriza está sobre la mesa. Mientras tanto, el mundo observa con preocupación este nuevo repunte de hostilidades entre dos países que comparten una larga y delicada historia de enfrentamientos por Cachemira.