Un brote del virus chikungunya en China, concentrado principalmente en la provincia de Guangdong, ha obligado a las autoridades a intensificar las medidas de control para frenar la propagación.

En la ciudad de Foshan, epicentro del brote con más de 7,000 casos confirmados hasta el miércoles, se han implementado operativos de desinfestación masiva, uso de mosquiteros y patrullaje con drones para localizar y eliminar criaderos de mosquitos en zonas urbanas y residenciales.

Ante la emergencia, el gobierno chino ordenó rociar desinfectante en calles, construcciones, zonas residenciales e incluso a las puertas de edificios de oficinas, en una estrategia que recuerda a las estrictas acciones aplicadas durante la pandemia de COVID-19.

Además, las autoridades han impuesto sanciones severas para quienes no eliminen agua estancada en macetas, botellas o cualquier recipiente al aire libre.

Las multas pueden alcanzar los 10,000 yuanes, equivalentes a unos 1,208 euros, e incluso incluyen la suspensión del servicio eléctrico en casos reincidentes.

Aunque el número de nuevos contagios parece estar disminuyendo, según fuentes oficiales, las medidas seguirán vigentes hasta controlar completamente la situación.