Al menos 43 palestinos murieron este domingo, incluidos ocho niños, en una serie de ataques israelíes sobre la Franja de Gaza, informaron fuentes de la Defensa Civil del enclave. Uno de los incidentes más desgarradores ocurrió en el campamento de refugiados de Nuseirat, donde un grupo de menores pereció mientras hacía fila para recoger agua, en una región devastada por la escasez de recursos esenciales.

Testigos relataron escenas de horror entre los escombros tras el bombardeo sobre la multitud que esperaba llenar recipientes con agua potable, cada vez más difícil de conseguir en la asediada Gaza. La ofensiva ha reavivado la indignación por las condiciones extremas que enfrenta la población civil, atrapada en un conflicto que no da tregua y con acceso limitado a alimentos, combustible y servicios básicos.

El Ejército israelí admitió que el ataque en Nuseirat no alcanzó su blanco previsto, un presunto militante de la Jihad Islámica, y atribuyó las víctimas civiles a un «mal funcionamiento» del misil, que impactó a decenas de metros del objetivo. La explicación no alivió el dolor de las familias ni las críticas sobre la conducta de las operaciones militares en áreas densamente pobladas.

Mientras tanto, las negociaciones indirectas entre Israel y Hamás en Doha llevan una semana estancadas. Ambas partes se culpan mutuamente del estancamiento: Israel insiste en la destrucción total de Hamás y la liberación de todos los rehenes, mientras Hamás demanda el fin del asedio y la retirada completa de las tropas. Las perspectivas de un alto el fuego inmediato siguen siendo inciertas.

La situación humanitaria en Gaza se deteriora a un ritmo alarmante. La ONU advirtió este sábado que la escasez de combustible ha alcanzado niveles críticos, amenazando con paralizar hospitales y servicios básicos.