Una nueva subvariante de COVID-19, denominada NB.1.8.1, ha sido identificada en Estados Unidos, preocupando a las autoridades sanitarias.
Esta variante, que inicialmente causó un aumento significativo de hospitalizaciones en China, ha sido detectada en múltiples ubicaciones de Estados Unidos, incluyendo la ciudad de Nueva York.
Los primeros casos de la nueva variante de COVID-19 en territorio estadounidense fueron detectados entre finales de marzo y comienzos de abril, gracias a un programa de monitoreo en aeropuertos que evalúa a viajeros internacionales, según informaron expertos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Las autoridades de salud enfatizan que este desarrollo no debe tomarse a la ligera, ya que la nueva cepa podría potencialmente desencadenar nuevos brotes y poner presión sobre los sistemas de salud.
Aunque aún no hay suficientes registros genéticos para incluirla en el panel oficial de variantes, el aumento de hospitalizaciones en otros países ha encendido las alarmas sobre su posible gravedad y síntomas asociados.
Los síntomas típicos asociados con esta variante incluyen fiebre alta, tos persistente y fatiga. Sin embargo, el Secretario de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., Robert F. Kennedy Jr., anunció que los CDC ya no recomendarán vacunas contra el COVID-19 para niños y mujeres embarazadas saludables.
Según explicó la epidemióloga Demetre Daskalakis Verma, aunque no hay indicios de que la nueva variante provoque síntomas más severos que las anteriores, sí muestra una mayor capacidad de expansión. Esta ventaja de crecimiento indica que el virus podría propagarse más rápido entre la población, lo que representa un riesgo adicional en términos de contagios.